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Las piernas de Beyoncé

Las poderosas piernas de Beyoncé, triunfadora de la noche, y el ventiladísimo escote de Christina Aguilera fueron las dos únicas licencias que permitieron los censores en los primeros Grammy de la era post-Janet Jackson, transmitidos con cinco minutos de retraso para evitar descocadas sorpresas en directo.
A Janet la invitaron a última hora, pero prefirió no pasar por la humillación de tenerse que disculpar en público. Quien sí lo hizo fue su compañero de fechorías eróticas, Justin Timberlake, encorbatado y con cara de niño bueno.

«Ha sido una semana dura para todos», dijo Timberlake, a punto de llorar de puro arrepentimiento tras recoger sus dos premios.«Lo que ocurrió no fue intencionado, fue algo completamente lamentable.Y me disculpo si alguien se sintió ofendido».

Lo que «ocurrió», el seno al aire de Janet Jackson en hora de máxima audiencia televisiva, estuvo flotando en el denso aire del Staples Center de Los Angeles durante las tres horas y media de maratón musical, algo más entonado que otras veces, pero bajo el corsé de cualquier otro producto enlatado para el consumo familiar.

Ganó pues la pizpireta Beyoncé, quien se hizo con cinco de los seis Grammy a los que aspiraba. El himno incesante fue, sin embargo, Hey Ya, del dúo Outkast, que conquistó tres premios -incluido el del álbum del año- y lo llenó todo con su hilarante rap-funk.

Tercer vencedor, con cuatro merecidos gramófonos: el legendario Luther Vandross, afectado por una parálisis cerebral. No pudo recoger por él los premios su amiga Janet Jackson, elegida inicialmente para presentar un homenaje al ausente.

«Nosotros la invitamos, pero ella eligió no venir», alegaron los organizadores de los Grammy, que intentaron no airear en exceso la condición exigida por la cadena CBS: o se arrepiente en público o no sale en televisión.

Janet hizo mutis por el foro, pero Justin Timberlake sí decidió pasar por el trago y arrepentirse ante sus compatriotas como en su día lo hizo Bill Clinton (agasajado, por cierto, con un Grammy menor por una interpretación al saxofón en un álbum para niños).
Con los ojos vidriosos, Timberlake recibió el Grammy al mejor vocalista pop masculino, no sin antes purgar sus pecados ante las mismas cámaras que una semana antes le crucificaron en público, cuando dejó a la intemperie el pecho siliconado de su ex amante Janet Jackson. El acto de contrición de Justin tuvo un punto de imperdonable patetismo puritano, conjurado al final por el aplauso que le tributó el público cuando abandonó el escenario, cabizbajo y dolido.
Luego se repuso y fue capaz de sentarse al piano y entonar sin excesivo entusiasmo Señorita, el único y austero toque latino de la noche. A propósito, Alejandro Sanz recibió el Grammy al mejor álbum latino por No es lo mismo, más de dos millones de copias vendidas. Aprovechando el empujón del enésimo premio, Sanz arrancó ayer su gira americana en Panamá.

Pero volvemos a los Grammy en diferido, y nos encontramos a Christina Aguilera vestida por primera vez con pantalón y chaqueta, cantando recatadísima Beautiful.

Fue un espejismo, claro. Antes de salir a por su galardón, Christina tuvo tiempo de pasar por el camerino y ponerse un traje escotadísimo que casi dejaba asomar la aureola proscrita del seno izquierdo.La cantante se llevó la manó al pecho y dijo: «No quiero que me pase lo mismo que a Janet».
Por si acaso, los censores retuvieron unos segundos más de la cuenta la banda inferior de la televisión, Grammy a la mejor vocalista pop, que anteanoche hizo las veces de sujetador.

No tuvieron que esmerarse más los censores, ni siquiera a la hora de apretar el pitidito de turno con el que se silencian los tacos. La única sorpresa, relativa, fue cuando el rapero 50 Cent salió al escenario como si fuera a robarles el Grammy al mejor cantante o grupo revelación a los miembros del grupo Evanescence. El rapero camorrista se conformó al final con chupar un poco de cámara.

Los raperos fueron dueños y señores de la noche, aunque una de las pocas campanadas fue la de Coldplay, con el premio a la mejor grabación del año por Clocks. El británico Chris Martin salió a recoger su gramófono de oro con un discurso muy elocuente: «Quiero dedicar este premio a Johnny Cash y a John Kerry. Espero que un día llegue a ser vuestro presidente». Aplausos.

Yoko Ono, en su inglés apenas inteligible, rompió una frágil lanza contra la guerra en el momento de recordar el 40 aniversario del desembarco de los Beatles en la tierra del Tío Sam. «Vamos juntos. Dad una oportunidad a la paz. Todo lo que necesitas es amor», dijo la viuda de John, recordando algunos de los más memorables títulos de la mitificada banda.

Olivia Harrison tuvo también palabras muy emotivas para George y nos dejó a todos otro mensaje cargado de esperanza: «El amor que das es el amor que recibes».

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