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La duquesa moribunda y la Pantoja en la cárcel

Este palacio del siglo XV es el nuevo epicentro informativo de la crónica social española (rosa, amarilla, negra, como quiera pintarla el lector), en competencia con la cárcel de mujeres de Alcalá de Guadaíra, a 20 kilómetros de aquí. En el primer escenario se apaga la vida de la duquesa de Alba, Cayetana Fitz-James Stuart, de 88 años. En el segundo podría entrar dentro de menos de 72 horas la cantante Isabel Pantoja para cumplir su condena por blanqueo: otra forma de agonía, pero reversible.

Corrían ayer rumores que decían que la duquesa ya estaba muerta, pero algunas personas que salían del palacio lo desmentían con diferentes matices, que la falta de un comunicado oficial médico o de la familia impedía precisar. A mediodía, un empleado palaciego aseguraba que estaba "consciente". Poco después, un amigo de la casa, el ex delegado de Cultura de la Junta de Andalucía, Bernardo Bueno, advirtió a su salida del palacio que "está semiinconsciente" y que "la familia está esperando lo peor". 

Diez minutos antes de las ocho de la noche, la aristócrata sevillana Carmen Cobo decía tras visitar a la paciente que ésta se encontraba "estable y tranquila", desmintiendo así que ya hubiera expirado. Otras fuentes dicen que está inconsciente y sedada.

La trajeron a su casa el martes por la noche de la clínica Sagrado Corazón de Sevilla, donde estaba ingresada desde el domingo por la noche en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) por un cuadro de gastroenteritis y neumonía. Personal médico de la clínica la sigue asistiendo a domicilio, con respiración asistida.

El Ayuntamiento de Sevilla ya tiene organizada desde ayer la sede consistorial para que acoja la capilla ardiente de Cayetana de Alba para una despedida popular, si la familia acepta la oferta del alcalde.

Seis unidades móviles de televisión, decenas de periodistas y entre 20 y 100 ciudadanos como testigos (según la hora del día) reflejan la expectación ante la posible muerte inminente de la aristócrata por antonomasia de España. La acompañan su tercer marido, Alfonso Díez, de 63 años, y sus seis hijos. Varias nueras y ex nueras, sus nietos y amigos la fueron visitando durante el día.

A las 11.11 entró en coche el confesor de la duquesa y capellán de la casa, el sacerdote Ignacio Sánchez-Dalp. Él la casó aquí hace tres años y dos meses. Es lógico que también él le dé la extremaunción. Una joven vecina decía ayer, con envidia o admiración: "No sé cómo será su muerte, pero su vida ¡no te veas cómo ha sido...!".

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