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Hohenlohe la vieja aristócrata glamourosa

Existe un apellido en Marbella que con sólo decirlo representa respeto, glamour y actitud emprendora. Ése es Hohenlohe. No en vano a esta vieja estirpe aristócrata se le adjudica el acierto de haber apostado por el pueblo costasoleño cuando éste era apenas un varadero de pescadores y no una red imantada de fortunas planetarias. El más conocido de sus miembros fue Alfonso de Hohenlohe, que catapultó la repercusión mediática de este destino turístico situándolo en el mapa mundial desde una base de operaciones llamada Marbella Club.

No fue este emplazamiento hotelero, por el que pasaron famosos de todo el mundo durante décadas, el único negocio certificado con el escudo de armas de la familia (veáse por ejemplo también el Sanlúcar Club de Campo) y que resultó felizmente exitoso con los años. En este caso se recuerda el de los vinos de Parchite (Ronda) del Cortijo de las Monjas, en los años ochenta, cuando el príncipe teutón se afanó por desarrollar tintos, en una tierra andaluza donde nunca antes habían triunfado este tipo de caldos. El tiempo le dio la razón y hoy día Ronda, por su especial orografía, tiene decenas de ‘chateaux’ que funcionan con gran predicamento comercial, sobre todo en el extranjero.

Este éxito promotor no ha eximido nunca a los Hohenlohe de una doble faceta descrita magistralmente por Óscar Wilde en su comedia La importancia de llamarse Ernesto, donde un mismo personaje, en este caso perteneciente a una misma saga familiar o del mismo apellido, interpretaría la honestidad, la discreción y el trabajo, y otro el faranduleo y la crapulamanía más irrredenta. Así llegados a esta segunda década del siglo XXI el apellido Hohenlohe ha perdido distancia con la promoción de esta tierra pero no descendientes que siguen llevando estas bipolaridades por bandera.

De hecho Sandro Gamazo, sobrino nieto de aquel Hohenlohe inquieto que revolucionó la Costa del Sol, quiere recoger ahora el testigo de su carácter emprendedor y en el pueblo limítrofe de Istán, donde conserva la finca de Los Llanos de Belvís, introducir el primer aceite ecológico del litoral, sacado de unos olivos de una variedad genuina y no catalogada que rodean su espectacular palacete. El nombre de esta marca vendría prestigiado de fábrica con referencia a su bisabuela ‘Piedita’, condesa de Belvís de las Navas y llevaría el nombre de Belvís de las Navas.

Conseguiría con ello consagrar un apellido con empresas ajenas a la promoción inmobiliaria o automovilística, y desmarcarse de primos tan habituales en las noticias de sociedad y de la frivolité como su primo Hubertus Hohenlohe que lo mismo se gana las portadas de todo el mundo por fotografiar a una modelo libanesa desnuda en los Juegos de Invierno de Sochi, que es cantante pop en Austria o único representante del esquí alpino de México.

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