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Como está Varsovia en verano

Con la ayuda de un afable taxista en un Mercedes blanco, feliz de aceptar que le pagáramos en dólares, recorrimos los hoteles de Varsovia durante varias horas. Lo intentamos en el Sport, un hotel construido al lado de un estadio, que olía a zapatillas deportivas y con una habitación de la que huimos horrorizados. Al rato encontramos habitación en un hostal del movimiento scout polaco. Para desayunar, por la mañana, se respiraba la atmósfera de un instituto de bachillerato.

Por lo menos había cama. Tal vez estuviéramos algo avinagrados, pero Varsovia en verano no es un lugar maravilloso para estar. Vagabundeando a través de Stare Miasta, en dirección al Polish Heritage, uno puede decir que Polonia -junto con sus cambios políticos- parece haber comprado toda la panoplia cultural de Occidente. El casco viejo, que antes parecía anacrónico, ahora. encaja a la perfección entre los barrios jóvenes de Covent Garden en Gran Bretaña, Beaubourg en Francia o la Plaza de España en Roma. Todos los cuales han sido importados de California. 

Tropezamos con media docena de músicos callejeros de Bolivia, con sus zampoñas y charangos. Van a su aire, salvo que su música se asocia más a anuncios televisivos y a documentales de segunda fila sobre el Tercer Mundo que a los indios de los Andes. Pero el suyo es un grito demasiado lejano para que se oiga bien desde allí -en los Andes- a las calles de Varsovia. 

En otra parte del casco viejo, la empresa cultural de los hippies con abalorios es muy visible. También hay jóvenes clérigos que caminan por las calles como hormigas, con sus largas sotanas negras, mirando como si supieran que el futuro les pertenece. Son seguidos por un grupo de jóvenes oficiales de inmaculado atuendo, que golpean los tacones de las botas como si fueran húsares del Ejército del Zar. En la tarde de los sábados hay una boda en cada iglesia; la novia de blanco, el novio de traje oscuro, y el gentío más allá, comiendo helados. Cuando la novia pasa la penosa prueba del vídeo, en el interior de la iglesia es besada tres veces por todos, y a los hombres además les permite besar su mano. ¿La hora? Alrededor de las tres y media de la tarde. ¿La fecha? Alrededor de 1910, supongo. En Polonia, hay ocasiones donde el tiempo parece haberse detenido y dado marcha atrás para traemos estampas de otras épocas.

Dejamos Varsovia en tren hacia Cracovia. El tren es muy rápido, y cruza medio país en tres horas por 190 pesetas. Viajar es absurdamente barato. Mientras que la Europa occidental (con excepción de Francia) ha despreciado el tren y las vías férreas en favor del coche y las carreteras, los países comunistas aún creen apasionadamente en el ferrocarril. Esta fe es inherente a la ideología comunista; su simbolismo es demasiado obvio para ser ignorado por nadie. ¿No es la locomotora de la historia la que discurre eternamente a través de una vía férrea? ¿No son los programas de ferrocarril la base esencial de toda planificación económica centralizada, crucial para afirmar el poder, incluido el poder militar? Pero los capitalistas prefieren las carreteras. Si los países de Europa Central quieren restablecer sus olvidados y viejos lazos con la Europa del Oeste, deberán olvidar su historia de amor con el tren. Pero, para ellos, no será nada fácil.

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