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Policías asesinados

El ministro del Interior José Luis Corcuera no quiso pronunciarse ayer sobre si la presente legislatura será la de la negociación entre ETA y el Gobierno, y el consiguiente final de la organización armada, pero sí aseguró en cambio que ETA está vencida políticamente. El ministro en funciones hizo esta afirmación tras el acto fúnebre celebrado ayer en Bilbao por el subinspector de policía Eladio Rodríguez García, asesinado en Algorta al explotar una bomba colocada en su vehículo.

El titular de la cartera de Interior asistió al acto fúnebre que tuvo lugar en la parroquia de los Agustinos de Bilbao, frente al Gobierno Civil de Vizcaya, donde había permanecido instalada la capilla ardiente por el policía fallecido. Entre los representantes oficiales, además de Corcuera, asistieron al oficio religioso, el director general de la Policía, José María Rodríguez Colorado; el delegado del Gobierno en el País Vaso Julen Elgorriaga; el presidente del Parlamento Vasco, Jesús Eguiguren; el gobernador civil de Vizcaya, Daniel Vega; y el diputado general de Vizcaya José Alberto Pradera; el director de la Policía Autónoma Vasca, Baltasar Marín y diversos representantes de los partidos vascos y autoridades judiciales, militares y civiles de Vizcaya. El féretro cubierto con una bandera española, fue introducido en el templo a hombros de compañeros de la víctima y miembros de la Guardia Civil, al tiempo que la compañía de honores hacía sonar la marcha fúnebre.

Entre la comitiva, con el ánimo contenido pero sereno, se encontraban el hijo de 22 años del policía asesinado, y un hermano de éste. La esposa, de la que al parecer se encontraba separado, no viajó a Bilbao, permaneciendo en La Coruña donde reside habitualmente. Horas antes y durante el desarrollo del acto fúnebre, un fuerte dispositivo policial vigiló los alrededores de la parroquia. Varios helicópteros sobrevolaron la zona y miembros de las Fuerzas de. Seguridad de paisano y uniforme, se encontraban apostados en las inmediaciones y en las casas cercanas.

Durante la homilía, el capellán del cuerpo Nacional de Policía, se refirió a la incomprensión del crimen. «¿Cómo es posible -se preguntó- mantener unos ideales que se fundamentan en una siembra de odio, de muertes inocentes como es el caso de nuestro compañero cuya vida era servir a la sociedad?». El oficiante se lamentó de la inutilidad de rogar el cese de la violencia. «Aunque sea clamar en el desierto, por amor de Dios, no matéis más, no llevéis el dolor a una buena familia, ni el odio a una sociedad que sólo quiere la paz». Tras el acto fúnebre, el féretro, acompañado por una docena de ramos de flores, fue despedido a hombros de seis compañeros del subinspector asesinado, con los honores de la banda de música.

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