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Elsa Pataky desnuda contra el cáncer “por todas las mujeres”

El pipiolo se defiende, y cómo, y lamenta, entre otras cosas, que su cliente hasta ahora, demuestre una total «falta de fe en los medios jurídicos». Que no es el caso, para nada, de la ciudadana Isabel Preysler, quien acudió cívicamente a resolver, ante la juez Concepción Rodríguez, el pleito que le ha puesto, en las revistas, una vecina de chalé. «Lo único que sé», se defiende compungida en Tribuna, «es que sin los permisos legales nosotros nunca nos hubiéramos metido a. construir la casa».

La misma fe en la justicia que tiene la Preysler (en Lecturas se lamenta: «iTenemos tantísima ilusión!»; en Semana fue al juzgado y a la ópera; en Hola, además, dio un pésame y eligió la cerámica para cocina y cuartos de baño, huelga decir qué marca), está mostrando Alicia Koplowitz que ha presentado demanda de separación contra Alberto Cortina. Las cosas se las lleva, según Semana, la matrimonialista Concha Sierra.

Lecturas, que desvela que Alberto se llama, además, Amadeo, considera que esta demanda es el «regalo de boda» de Alicia para la nueva pareja. Un detalle de señora, que lo es. Hola sabe, incluso, que las causas alegadas son adulterio y abandono del hogar familiar. Si la Koplowitz, por lo que seve, sí cree en el camino que lleva al Registro de Asuntos Civiles, Concha Velasco, por el contrario, esposada a Paco Marsó, su costilla, en Lecturas y etcétera, no parece tener confianza en la justicia: «Yo puse la demanda de divorcio y yo la he retirado». Y aquí paz y después gloria.


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